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Coronavirus también representa una emergencia económica

Martin Wolf, principal comentarista económico de Financial Times, sostiene que, como prestatarios y gastadores de último recurso, los gobiernos deben actuar de inmediato para evitar una depresión.

Por Financial Times

La pandemia no fue inesperada. Pero la realidad siempre difiere de las expectativas. Esta situación no representa sólo una amenaza para la salud. También puede ser una amenaza económica mayor que la crisis financiera de 2008-09. Lidiar con ella requerirá un liderazgo sólido e inteligente. Los bancos centrales han tenido un buen comienzo. La responsabilidad ahora recae en los gobiernos. Ningún evento demuestra mejor por qué un estado administrativo de calidad, dirigido por personas capaces de diferenciar a los expertos de los charlatanes, es tan vital para el público.

Una pregunta fundamental es cuán profunda y larga será la emergencia sanitaria. Una esperanza es que el cierre de países (como en España) o en partes de los países (como en China) eliminará el virus. Sin embargo, incluso si esto resulta ser cierto en algunos lugares, claramente no resultará ser cierto en todas partes. Un extremo opuesto es que hasta 80% de la población mundial pudiera resultar infectada. Con una posible tasa de mortalidad del 1%, es posible que eso signifique 60 millones de muertes adicionales, el equivalente a las de la Segunda Guerra Mundial.

Esta calamidad probablemente también tomaría tiempo: la gripe española de 1918 se produjo en tres oleadas durante un mismo año. Sin embargo, es más probable que esto termine en el medio: la tasa de mortalidad será menor, pero la enfermedad tampoco desaparecerá.

Si es así, es probable que el mundo no retornará al comportamiento anterior a la crisis hasta bien entrado 2021. Es probable que las personas más jóvenes se comportarán normalmente como antes. Pero los mayores no lo harán. Además, incluso si algunos países logran eliminar la enfermedad, se mantendrán las cuarentenas en relación con otros países. En resumen, es probable que el impacto del coronavirus sea grave y prolongado. Como mínimo, los legisladores deben planificar basándose en eso.

La pandemia ya ha afectado tanto a la oferta como a la demanda. Los cierres detienen los suministros esenciales y una amplia gama de compras, especialmente en las industrias del entretenimiento y de los viajes. El resultado será una pronunciada caída en actividad durante el primer semestre de este año.

Pero, sobre todo, existe la amenaza de una depresión. Es probable que muchos hogares y empresas pronto se queden sin dinero. Incluso en los países ricos, una gran proporción de la población casi no tiene reservas en efectivo. El sector privado — sobre todo el sector corporativo no financiero — también se ha atiborrado de endeudamiento.

Así es que la demanda del consumidor se debilitará aún más. Las empresas irán a la quiebra. Las personas se negarán a venderles a empresas que probablemente vayan a la quiebra, a menos que puedan ofrecer el pago por adelantado. Volverán a surgir dudas acerca de la salud del sistema financiero. Existe el riesgo de un colapso de la demanda y de la actividad económica que va mucho más allá del impacto directo de la emergencia sanitaria.

También será particularmente difícil contener la propagación de la enfermedad en países con un seguro social limitado y con un control social débil. Esto afectará a EEUU sobre todo: muchas personas enfermas se negarán a ir al hospital y también se verán obligadas a trabajar. El seguro social es eficiente.

Como prestamistas de último recurso, los bancos centrales deben garantizar la liquidez manteniendo bajos los costos de endeudamiento y financiando la oferta de crédito, tanto directa como indirectamente. Pero los bancos centrales no pueden ofrecer solvencia. No pueden reforzar los ingresos de los hogares ni asegurar a las empresas contra este colapso de la demanda. Como prestatarios y gastadores de último recurso, los gobiernos pueden y deben hacerlo.

La deuda pública a largo plazo está tan barata que tampoco necesitan sentir temor de hacerlo: Alemania, Japón, Francia y el Reino Unido actualmente pueden pedir préstamos durante 30 años a una tasa nominal de menos del 1%, Canadá al 1.3% y EEUU al 1.4%.

Esto, entonces, representa una crisis temporal, con consecuencias económicas y sanitarias que los gobiernos deben gestionar. A nivel nacional, lo mínimo básico que hay que ofrecer es un generoso pago por enfermedad y seguro de desempleo, incluso para los trabajadores independientes, durante el período de crisis. Si esto es demasiado difícil, los gobiernos pueden enviarle un cheque a todo el mundo.

Sin embargo, incluso esto no será suficiente para evitar los costos de una bancarrota masiva y una depresión. Emmanuel Saez y Gabriel Zucman de Berkeley han sostenido que: “La forma más directa de proveer… seguro es hacer que el gobierno actúe como comprador de último recurso. Si el gobierno reemplaza completamente la demanda que se evapora, cada negocio puede continuar pagándoles a sus trabajadores y puede mantener su capital social, como si estuviera operando… como de costumbre”. Anatole Kaletsky de Gavekal ha recomendado una respuesta similar.

Brindar tal alivio no creará un riesgo moral. Ser ayudado durante una pandemia que sólo sucede una vez en un siglo difícilmente fomentará la irresponsabilidad abusiva. Si las empresas han pedido prestado en demasía, al final igual irán a la quiebra.

Este plan es mucho mejor que préstamos y que garantías de préstamos, como lo propuso el gobierno alemán. Las empresas adquirirán préstamos sólo para asegurar su supervivencia durante la crisis, no necesariamente para pagarles a sus trabajadores. Además, los préstamos deberán pagarse, creando una carga cuando termine la pandemia.

En este programa propuesto, sin embargo, los pagos pueden estar condicionados a mantener a los empleados. El programa también terminará naturalmente, con la pandemia en sí. Los gobiernos podrán entonces imponer impuestos adicionales para recuperar sus desembolsos.

Es esencial mantener los ingresos y minimizar los costos a largo plazo de las empresas que están experimentando extremas dificultades. Además, dentro de la eurozona será esencial ayudar a los gobiernos cuya capacidad de endeudamiento es limitada.

A nivel mundial, los países emergentes vulnerables también necesitarán ayuda en lidiar con las crisis sanitaria y económica. También será vital revertir el nacionalismo de suma cero de las políticas actuales, el cual dificultará la reconstrucción de un orden global cooperativo y saludable.

Esta crisis también pasará. Pero no sucederá mañana. La pandemia crea el riesgo de generar una depresión. “Salus rei publicae suprema lex” (la seguridad de la república es la ley suprema). En tiempos de guerra, los gobiernos gastan generosamente. En la actualidad, también deben movilizar sus recursos para prevenir un desastre. Hay que pensar en grande. Hay que actuar de inmediato. Juntos.

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